Viajar sin tapabocas es un boleto: faltan controles y empresas caen a cifras de 2002

Las redes se han llenado de fotos que develan incumplimiento del uso de tapabocas en el transporte público. Cutcsa reconoce que sucede, pero advierte que se le hace difícil controlar.

ACTUALIDAD - Negocios 18 de julio de 2020 Cristian Velazquez Cristian Velazquez
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Gustavo Suárez es actor y suele reclamar desde su cuenta en Instagram que los teatros vuelvan a abrirse. La semana pasada posteó una foto viajando en un ómnibus de Cutcsa repleto, en la que se pueden ver al menos dos personas sin tapabocas. Justo en el momento en que Juan Salgado, el presidente de la empresa, me asegura que 90% de los ómnibus van con menos de 15 pasajeros y que el negocio vive una crisis peor a la de 2002, le muestro la imagen. Él acerca la mirada a a mi teléfono, y lo justifica.

—Los que salimos en la foto somos nosotros por varios factores. Uno, porque la mayoría de los ómnibus que están en la calle son de Cutcsa. Nosotros tenemos desde el mes de mayo el 75% de la oferta. En mayo se trasladaba el 40% del pasaje, pero igual nosotros teníamos el 75%. Las demás empresas aún no llegaron ni a eso. Hubiera sido mejor sacar a la calle solo el 60% de los ómnibus y bajar los costos. Pero no, a partir del 1° de agosto vamos a tener el 85%, y el número de pasajeros seguro no va a aumentar; vamos a seguir perdiendo plata, pero hay que poner el hombro, hay que cuidar a la gente.

Para Salgado la imagen de Suárez es, entonces, excepcional. Sostiene que solo 2,5% de los ómnibus van llenos, y que es algo que sucede únicamente en las horas pico, que son dos en la mañana y dos en la tarde: de 7:30 a 9:30, y de 17:30 a 19:30.

Esta semana Gonzalo Márquez, director de Transporte de la Intendencia de Montevideo, reconoció en el programa Doble Click que los “dos metros de distancia” que pide respetar el gobierno “podrían implicar ómnibus con 12 o 14 pasajeros”, y que si esto fuera así “sería imposible que hubiera transporte colectivo”.

En tanto, desde el gobierno, el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, dice: “Obviamente, a medida de que aumentan las actividades, en horarios pico se concentra más gente. Lo que estamos es pidiendo y obligando a la gente, a que usen tapabocas en ómnibus y taxis. Ahí obviamente los dos metros de distancia no se pueden respetar, así que es necesario sí o sí el uso de tapabocas”.

En tanto, las empresas aseguran que están viviendo su peor crisis. Y no son solo los ómnibus. Es algo que también advierte la “familia del taxi”, como le gusta llamarla al histórico dirigente de la patronal, Oscar Dourado, que habla de una caída del 60% en la cantidad de pasajeros. También lo dicen desde el sindicato de choferes de Uber, aunque al mismo tiempo reconocen que muchos conductores que no hacían horario completo, sino que lo usaban como un segundo trabajo, desistieron ante la falta de demanda y para cuidarse del Covid-19, y que esto generó una suerte de compensación para aquellos que lo tienen como único empleo.

En cuanto a lo sanitario, todos aseguran que los esfuerzos que están haciendo son enormes, y que si hay alguna medida que no se cumple —algo que sostienen que pasa de manera excepcional—, es tan solo por un culpable: el pasajero.

Iremos contigo
En la sala de espera antes de entrar a la oficina de Salgado, en una de las torres del shopping Nuevo Centro, hay una amatista del tamaño de un niño de 12 años, una máquina para lustrar zapatos —negros o marrones— y una pantalla de televisión que muestra al presidente de Cutcsa y al de la República, Luis Lacalle Pou, el día en que se presentaron los 20 coches eléctricos que hoy ya pueden verse en la calle. Luego de atravesar un pasillo en penumbras está su oficina, con enormes ventanales, un living amarillo, un mapamundi negro, ómnibus a escala de distintas épocas, y un cuadro que dice: “Solo una cosa convierte en imposible un sueño: el miedo a fracasar”.

Sobre el escritorio descansan una gran cantidad de papeles que buscan demostrar que los esfuerzos que viene haciendo Cutcsa durante la pandemia son muchos. De estas hojas hay dos que son las más importantes, y a las que Salgado vuelve una y otra vez durante la charla. La primera lleva como título: “Cuadro de evolución de venta de boletos STM”. Y da cuenta de la caída estrepitosa que se viene consolidando desde 1995. Ese año se vendieron 347.264.973 boletos. En 2003, un año después de iniciada la crisis, la venta fue de 237.032.818, lo que implicó una caída del 38% en nueve años. En 2019, en tanto, se vendieron 255.413.830 boletos. Sobre cómo cerrará 2020, la empresa maneja dos escenarios, uno optimista y otro pesimista. El primero advierte una caída del 37% y el segundo, una del 40%. “Estamos mal”, resume.

El otro documento lleva por título “Evolución venta de boletos y recaudación”, y es una comparación entre lo que se vendía en marzo, antes de que se detectara el primer caso el día 13, y lo que se vende ahora. La caída oscila entre el 50% y el 60% todos esos días, y hay casos excepcionales en que se llega al 40%. Allí se puede ver, por ejemplo, que el miércoles 11 de marzo se vendieron 653.828 boletos, mientras que el miércoles 8 de julio fueron 374.113. La recuperación, advierte Salgado, va a llevar mucho tiempo, sin embargo sostiene que está descartado un aumento del precio del boleto.

—Nosotros tenemos dos grandes competidores: uno es el auto, que para captar esos clientes les tenemos que dar calidad; hacer que prefieran que los llevemos nosotros a trabajar a ir manejando ellos. Y el otro son los otros tipos de transporte: el que va a pie, la bicicleta y la moto. Lo que pasa con las crisis es que la gente empieza a elegir caminar o la bicicleta. Entonces, con esta realidad, no puedo plantear una suba del precio del boleto.

Salgado tiene dos cuartas de coche —así le dicen porque los ómnibus se suelen vender por cuartas partes. Una se la regaló su padre a los 17, que fue cuando empezó a trabajar de mensajero en Cutcsa, y otra la heredó cuando este murió. Su esposa también tiene una cuarta, y lo mismo cada uno de sus cuatro hijos.

—Se los compré porque es una salida laboral, pero no deja dinero para los propietarios; gana el que lo maneja y el guarda. Los dueños cubren gastos —asegura.

La empresa se compone un 50% por propietarios que trabajan sus propios coches, y un 50% de empleados. Al bajar la cantidad de coches (tienen unos 1.000 y hay 750 en la calle), lo que se hizo fue enviar una parte de los empleados a seguro de paro. En el 50% de los ómnibus que hoy se ven por Montevideo están trabajando sus dueños, mientras que en 25% hay empleados. El restante 25% fue enviado al seguro de paro. Salgado sostiene que no se va a despedir a nadie y que para esto se hicieron seguros de paro rotativos.

El salario de un chofer cobrador es de $ 2.400 por día —a eso luego hay que hacerle los descuentos. Y gana lo mismo en caso de que sea empleado o dueño.

Para que la empresa sobreviva, siempre según su presidente, también se creó un Fondo Covid, interno y similar al generado por el gobierno. Cada uno de los miembros de Cutcsa debe hacer un aporte. Este va del 3% al 35% del salario. Salgado dice que él aporta el 35%.

Sin embargo, advierte que los números no cierran. ¿Qué van a hacer entonces si el aumento del boleto está descartado? Lo que Salgado les ha plantado a las autoridades es recibir un adelanto del dinero de los subsidios.

Ida al interior sin tapabocas y con el sonido de una tos
El ómnibus sale lleno de Tres Cruces rumbo a Salto. El conductor grita que nadie se puede sacar el tapabocas, pero algunos desobedecen. Uno se lo pone cada vez que el guarda lo mira. Dos veces le llama la atención. Pasando Plaza Cuba a todos se les pide su pasaje, nombre, cédula y teléfono. La vuelta es igual, pero sin guarda que obligue a usar tapabocas, y tiene como protagonista a una pasajera de unos 60 años que tose en gran parte del trayecto. No hay control de temperatura. Así lo cuenta una pasajera que le tocó estar en ellos. Los controles que hacen los ministerios de Transporte y Salud son aleatorios, pese a que la gran mayoría de los casos llegaron desde la frontera y que los expertos advierten que el interior está más expuesto.
Hay tres grandes subsidios a los boletos: uno es el que la empresa recibe por el precio del gasoil; otro el que se da a los estudiantes (que varía en el porcentaje según si se trata de escolares —que no pagan nada—, liceales —que pagan el 50%—, y universitarios —que pagan el 75%—), y el de jubilados y pensionistas.

El presidente de Cutcsa advierte, además, que más allá de la plata que dejó de entrar por la caída de la venta de boletos, la empresa también perdió dinero por todas las medidas de seguridad que han tomado. Dice que llevan entregados a las unidades unos 136.000 tapabocas y 8.000 litros de alcohol en gel. Además, hay 23 terminales que cada vez que reciben un ómnibus lo desinfectan. Sostienen que cada coche se limpia al menos unas tres veces por día. En 41 terminales, además, se hace control de temperatura a guardas y conductores. También se decidió retirar todas las cortinas de los ómnibus y poner laminados en las ventanas “porque protegen del sol, son más higiénicos y al mismo tiempo en caso de que tiren una piedra el vidrio no se rompe, se resquebraja”. Estos números son los que luce Salgado al jurar que ya van US$ 1.760.000 gastados por la pandemia —la mayoría corresponde a los US$ 1.140.000 de los laminados.

Luego pide ver otra vez la foto de Suárez (el ómnibus lleno de gente con dos personas sin tapaboca), y lanza otras justificaciones. Primero, que a veces lo que pasa es que entre un ómnibus y otro se genera un retraso, y que ese retraso —que asegura es de unos pocos minutos— es suficiente para que se llene un coche. Y advierte que si las personas hubieran esperado un poco más, “enseguida habría llegado detrás otro ómnibus casi vacío”. Segundo, que es difícil para los conductores enfrentar a un pasajero que no usa tapabocas, pese a que hay dos decretos, uno del Ministerio de Transporte y otro de la Intendencia, que dicen que estos son obligatorios.

—Lo que podría hacer es poner “expreso” e ir para la comisaría. Pero no es fácil tomar esa decisión. Muchas veces pasa que la gente entra con tapabocas y después se lo saca. Nosotros le damos cinco tapabocas a cada guarda de vez en cuando, para que se los entregue al que vea sin tapabocas; pero es difícil, a veces se generan situaciones tensas.

Cutcsa hizo 10 hisopados a sus trabajadores por casos sospechosos y todos dieron negativos. En lo que va la pandemia solo sancionaron a una persona —un propietario—, por impedir que limpiaran su unidad.

Una gran familia
Dourado siempre está corriendo. Cuando se habla por teléfono con él hay interrupciones: alguien que le pregunta algo, o él que recuerda determinada cosa y pide unos minutos para solucionar “un temita”. En esta charla iban él y el presidente de la Patronal del Taxi, Francisco Saranova, en el mismo auto. Y los dos se quejaban de lo mismo: un negocio que va en picada.

—Estamos con una pérdida del trabajo superior al 60% (desde marzo), porque la gente se traslada menos; el que está en el seguro de paro no puede tomar un taxi. Estamos sobreviviendo —sostiene.

Saranova, en tanto, advierte que el 35% de los taxistas no está trabajando porque se encuentra en seguro de paro. Esto implica, estima, unos 1.000 trabajadores. Y dice que su reincorporación dependerá en buena medida del Ejecutivo.

—Queremos trabajar con el gobierno para salir de esta situación. Una posibilidad es pedir una ayuda económica. El taxi está viviendo una crisis ya desde hace tiempo, desde que permitieron que entraran las aplicaciones. Un laudo son dos salarios mínimos, y no podemos pagar. De noche no vale la pena trabajar, porque no hay nada abierto y la gente no sale.

En cuanto a la higiene de los autos se plantea una limpieza completa una vez por semana. Mientras que los otros días, entre turno y turno, se debe hacer un mantenimiento, y los choferes tomarse la fiebre. Cada auto debe tener alcohol en gel, y los conductores usar tapabocas. Según supo El País, hay coches que han permitido viajar a pasajeros sin estos, pero Dourado sostiene que la orden es clara.

—Si alguien quiere subir sin tapabocas, que suba, y el conductor le da uno. Esto se hace: ya entregamos 75.000.

Dourado sostiene que en este tiempo solo se hizo un hisopado a una conductora, y dio negativo.

Aplicaciones 
Diego Fernández es presidente de Asociación de Conductores Uruguayos de Aplicaciones (ACUA). Y advierte que, “aunque son los menos”, hay pasajeros que no usan tapabocas y pretenden subir a Uber. La mayoría de los casos se dan entre menores de 25 años, o en aquellos que piden autos en horas de la madrugada, después de una comida o a la salida de un boliche.

La aplicación sumó algunas medidas de seguridad luego de que estalló la pandemia. Antes de iniciar la jornada laboral les pide a los conductores que indiquen si desinfectaron el auto y que se tomen una foto con el tapabocas puesto.

—Al principio, en marzo, también te daban hasta $ 200 si enviabas la factura de que los habías gastado en tapabocas y alcohol, pero eso se terminó enseguida —dice Fernández.

Sin embargo, los choferes entienden que la aplicación no los cuida, e indirectamente los obliga a trabajar con aquellos pasajeros que no usan tapabocas.

—Lo que pasa es que si nosotros suspendemos el viaje porque alguien no lleva uno puesto, aunque lo pongas dentro de la plataforma Uber te penaliza y te deja entre 30 y 40 minutos sin la posibilidad de tomar otro viaje.

En tanto, desde la empresa Uber afirman por e-mail a El País que en realidad la plataforma permite “cancelar viajes en los que la contraparte no esté utilizando un tapabocas” —ya sea el pasajero o el chofer—, y que no se generan sanciones por esto. Además, dicen que la empresa ha instaurado un plan de asistencia financiera por 14 días en caso de que un chofer sea diagnosticado con Covid-19. En cuanto a la cantidad de viajes que realizan ahora y antes de la pandemia, la empresa no quiso aportar esta información. Tampoco contestó cuántos choferes trabajan ahora y cuántos lo hacían antes de la pandemia.

El gobierno y la Cámara de Transporte (también presidida por Salgado) tienen prevista una reunión para la semana que viene, para evaluar qué otras medidas se pueden tomar para que la gente cumpla con las medidas de seguridad. Hay algo en lo que todos coinciden: esto se hace cada vez más difícil a medida que va pasando el tiempo.
 
 Fuente: El país

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