BPS en alerta frente a aumento de certificaciones : El ente recibe 100 denuncias mensuales por certificaciones médicas sospechosas

Con el retorno al trabajo y las auditorías de las nuevas autoridades resurgió el dilema de las certificaciones. BPS y la ONSC idean controles para detectar abusos de trabajadores, médicos y empresas.

Nacionales 19 de julio de 2020 Victor Camargo Victor Camargo
BPS de la ciudad de Rivera
BPS de la ciudad de Rivera Foto : Victor Camargo

Gastar en tiempos de pandemia no es una mala palabra. Por eso, cuando desde el Banco de Previsión Social (BPS) informan que entre abril y mayo pasado se pagaron US$ 8.819.661 en subsidios por enfermedad de patologías relacionadas al COVID-19, el comentario de los dos directores consultados es que estaba dentro de lo previsto. En el mismo período también se desembolsaron US$ 28.056.435, correspondientes a certificaciones por otros diagnósticos.

En enero, 28.233 beneficiarios cobraron el subsidio por enfermedad y en febrero lo hicieron 27.954; en ambos meses hubo un incremento en torno al 1% en comparación con las cifras de 2019. Sin embargo, en marzo, el número ascendió a 48.917; en abril fueron 53.157, y en mayo bajó a 41.685.

Prácticamente se duplicó la solicitud de esta prestación en igual período del año pasado, pero del total de beneficiarios solamente el 31% (en abril) y el 23% (en mayo) se justificó —indirecta o directamente— por el virus.

Para las autoridades de los distintos organismos, sacar conclusiones al respecto del uso de una prestación relacionada a la cautela sanitaria, en una época en la que desde el gobierno se pedía permanecer en el hogar, no es lo adecuado. Pero, con el progresivo retorno a la normalidad, y en un contexto de recambio de las direcciones políticas, el viejo dilema del supuesto abuso de las certificaciones médicas volvió a salir a flote.

Algunas de las flamantes autoridades comenzaron a investigar puertas adentro si tenían un problema de ausentismo debido a un uso reiterativo y prolongado de esas licencias.

El primero en expresar preocupación al notar una plantilla menguada fue el ministro del Interior, Jorge Larrañaga. A fines de marzo, advirtió: “Hay problemas con las certificaciones médicas que se prolongan en el tiempo. No vamos a aceptar eso, vamos a actuar dentro del marco legal, porque no es posible que alguien esté certificado durante dos años, un año y medio, o un año. No es posible y no es justo, y no se compadece con la lógica porque están certificados en algunos casos como para portar el uniforme pero no para trabajar en otra cosa, y terminan recibiendo el sueldo del Estado”.

Alejandro Álvarez, secretario nacional de salud laboral del Sindicato Único de Policías, estima en unos 1.000 los funcionarios certificados.

Luego de Larrañaga, a fines de junio, el director de la Oficina Nacional del Servicio Civil (ONSC), Conrado Ramos, declaró que habría unos 2.000 docentes de primaria “que hace años no van a trabajar por ineptitud física”. Esa información no era correcta, el número era inferior y el jerarca debió retractarse.

Para este informe, Robert Silva, presidente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), reconoció que existe un problema por el volumen de miles de certificaciones, de las cuales el 29% derivan de patologías psíquicas.

Según un relevamiento al que accedió El País, son 1.429 los funcionarios (961 de ellos docentes), con 90 días o más de licencia en 2020. Entre ellos, hasta el 30 de marzo pasado, 75 llevaban más de 900 días certificados sin declaración de imposibilidad psicofísica.

La semana pasada, durante una entrevista con Así nos va, el presidente del Correo, Rafael Navarrine, reveló que el 56% de los funcionarios se certificó por un promedio de 47 días entre febrero de 2019 y febrero de 2020. Además, el 15% de los que se certificaron no fueron a trabajar entre 90 y 210 días.

Desde la dirección del BPS —organismo que únicamente paga las licencias médicas de los empleados del sector privado—, Hugo Odizzio anunció en No toquen nada que están diseñando un software especial, con capacidad de procesamiento de miles de datos, para identificar los casos abusivos. Este control se complementará con una mayor coordinación con los prestadores de salud, encargados de expedir los certificados.

En la ONSC comparten el mismo objetivo. Allí no hay una cifra que confirme cuántos funcionarios públicos tienen licencias médicas prolongadas. “Nuestra meta es construir esta cifra para poder dimensionar el problema, porque intuimos que es un problema grande”, dice Ramos.

Planes para poner un freno.

Por un lado, están los subsidios por enfermedad de los trabajadores del sector privado que paga el BPS, y por el otro los de los funcionarios públicos, cuya gestión y costeo dependen de cada organismo. Empecemos por el sector público.

El porcentaje del salario que cobra el funcionario certificado depende del beneficio acordado con cada organismo. Según confirma Martín Pereira, presidente de la Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado (COFE), en la mayoría de los casos es del 100%.

Aunque ni el sindicato ni la ONSC saben cuántos están certificados, y a pesar de que puede haber alguna directiva específica de algún jerarca sobre cómo proceder en este retorno progresivo a los puestos de trabajo, el Sistema de Gestión Humana 2.0 que monitorea el presentismo, registró que el pasado 15 de julio, de 56.681 funcionarios (principalmente de la Administración Central), un total de 28.978 marcaron de alguna manera su presencia, ya sea a través del reloj biométrico, la aplicación móvil o web.

Ramos señala que para saber cuántas certificaciones prolongadas hay en sus plantillas y controlar que no se incumpla el reposo que estas indican, algunos organismos empezaron a cruzar información con el BPS para detectar eventuales funcionarios activos en el sector privado.

Eduardo Henderson, gerente general de la ASSE, espera los resultados de este intercambio antes de que termine julio. “Claramente aumentó el número de personal en suplencias a raíz de las certificaciones, pero no sabemos si están justificadas o no; es una intuición y por eso el cruzamiento”, dice.

Según plantea este jerarca, el personal de la salud es el que más tiene doble trabajo. “En el caso de los médicos, el multiempleo es la norma, mientras que entre otros funcionarios como enfermeros, nurses y administrativos hay muchos que lo tienen”, detalla.

Tal y como surge de un informe del BPS al que tuvo acceso El País, la rama de actividad de servicios sociales relacionados con la salud humana es el segundo sector con mayor número de beneficiarios de este subsidio —con una variación de 16% a 20% entre enero y mayo pasados—, casi a la par del líder del podio: comercio al por mayor.

Hay otras ideas para combatir el uso problemático de la licencia médica. Silva, del Codicen, anuncia que están desarrollando una política de atención preventiva a los docentes mediante un acompañamiento —vale recordar que el 29% de las certificaciones son por cuadros de salud mental—, medida que se extendería posteriormente, durante el reposo, con un servicio médico propio de ANEP (constituido por 30 doctores) que estará dedicado a monitorear la recuperación.

Desde el Sindicato Único de Policías, Álvarez plantea que lo que necesitan para frenar el tendal de certificaciones es agilidad administrativa. De dos años a esta parte, el gremio observa un pico de certificaciones por dos motivos: uno, el brutal incremento de casos de estrés, que a su vez se explica porque hay menos personal en las dependencias, lo que se traduce en más trabajo para menos funcionarios —sumado al traumatismo que les generan las escenas violentas que viven a diario—; y, dos, la cantidad de policías denunciados por violencia doméstica. “Es una situación que nos preocupa porque algunos esperan dos años, tres o cuatro a que se expida la junta médica, para concretar el reintegro o en los casos de accidentes relacionados al trabajo, o para determinar si hubo o no un nexo causal”, dice.

La queja del sindicato radica en que el subsidio por enfermedad cubre el 65% del salario, “lo cual representa una pérdida económica importante para el trabajador que está en este limbo burocrático”.

ESTADÍSTICAS : ¿Quiénes se certifican más seguido?

Según información del BPS un trabajador puede acceder al subsidio por enfermedad al estar certificado por una enfermedad o una recomendación de medicina preventiva. A diciembre de 2019, la franja etaria con mayor porcentaje de beneficiarios se ubica desde los 30 a los 39 años. Es seguida de cerca por la de 40 a 49 y en tercer lugar por la de 20 a 29. Los que menos se certifican (pero también pesan menos en el número de cotizantes) son los empleados menores de 20 años. Los mayores de 60 también se ausentan poco por enfermedad. Los terceros con mejor asistencia son los trabajadores de 50 a 59 años.

¿Cuál es la posición de COFE frente a un recrudecimiento de los mecanismos de control?

Pereira, el presidente, comunica que desde el sindicato aplauden que existan nuevos y mejores controles en cada uno de los organismos y también sobre quien certifica. “Cuando se comprueban certificaciones falsas y se emiten sanciones, el sindicato no hace ninguna defensa de esos trabajadores. Son pocos los casos, pero deben castigarse porque perjudican no solo a sus empleadores sino a sus compañeros”, dice.

El BPS en su laberinto.

En los últimos años, el monto anual que ejecuta el BPS por la prestación subsidio por enfermedad está en el entorno de los US$ 200.000.000, y conlleva incrementos sistemáticos al presupuesto previsto.

Dependiendo la óptica con la que se mire, el crecimiento de las certificaciones puede indicar una señal de abuso generalizado o de apropiación de un derecho válido.

Ramón Ruíz, representante de los trabajadores en el directorio, plantea que “dentro de los problemas gruesos, esta tendencia al alza no pesa”. “Esos US$ 200 millones anuales se traducen en el 2% de los gastos del organismo: el verdadero problema es el 84% de las jubilaciones”.

En la vereda de enfrente está Domínguez, representante de las empresas. Le refuta: “No es poco, es mucho dinero si se considera que el costo del BPS equivale a un punto entero del PIB. Es mucho si se calcula el gasto que las certificaciones injustificadas generan en las empresas a nivel económico pero también organizativo, afectando no solo su funcionamiento sino al ánimo del equipo de trabajo”.

¿Qué explicación hay para el acelerado crecimiento de esta prestación? Ruíz muestra una gráfica que expone cómo el número de beneficiarios empezó a multiplicarse a partir de 2010, hasta alcanzar un pico de un promedio de 35.000 subsidios mensuales en 2015. Luego —aporta este director— se estabilizó, pero siempre por encima de 30.000.

Para empezar, hasta 2010 convivían dos modalidades de certificación diferentes. En Montevideo, la persona debía certificarse con su prestador de salud pero luego concurría a la oficina del BPS para validarla; en el interior eran directamente los prestadores quienes unificaban el trámite.

Desde el 1° de enero de 2017 las certificaciones a nivel nacional se ingresan únicamente por los prestadores de salud, lo que agilizó el trámite. Esto podría influir: “A veces los derechos también se usan por la facilidad”, apunta Ruíz.

Por otro lado, también en 2010, se decidió ampliar progresivamente el tope máximo. Antes, este subsidio tenía como tope tres Bases de Prestaciones y Contribuciones ($13.557 al día de hoy), mientras que el subsidio por desempleo pagaba ocho. “Para armonizar, las dos prestaciones se igualaron”, explica Ruíz. Así, hoy, este subsidio cubre 70% del salario, cuyo valor más alto —actual— es de $ 36.152.

En simultáneo a estas medidas que mejoraron el acceso y la sustancialidad de la prestación, el número de cotizantes se incrementó —es decir que hay más trabajadores dependientes que pueden solicitarla—, y no hay que olvidar el afianzamiento de las negociaciones colectivas.

“¿Está bien o está mal esto? Eso es lo que tenés que preguntarte. Toda esta gente no es que se hace la viva y se certifica, sino que antes iba enferma a trabajar. No hay que ver los números fríos. Se ha vendido la idea de que hay una viveza, un descontrol, se cuestiona cómo el BPS pudo permitir esto”, dice Ruíz.

Este cuestionamiento no llega ahora con el cambio de gobierno: la sospecha se arrastra desde hace varios años. Tras el pico de 2015, vino una seguidilla de investigaciones periodísticas que comprobaron que había médicos cobrando por emitir certificados “truchos”; declaraciones de Domínguez en las que aseguraba que el organismo podría ahorrar hasta US$ 100 millones identificando las certificaciones falsas, mientras que los representantes de los sindicatos y colectivos médicos argumentaban que les faltaban “formación, información y herramientas” para certificar correctamente.

Entonces, autoridades del BPS, de varios ministerios, la Universidad de la República, el Sindicato y el Colegio Médico del Uruguay unieron fuerzas para buscarle una salida a este laberinto.Los ministerios de Economía y de Trabajo, y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, generaron una comisión.

Fuente : El País 

Te puede interesar
Lo más visto