¿Qué medidas se pueden tomar ante el aumento de contagios de COVID-19?

El “quédate en casa” no sería una opción, aunque sí algunos científicos se inclinan por la eficacia de medidas restrictivas como topes de horarios o cierres de algunos tipos de comercios.

Salud 13 de enero de 2021 Fabio Olivera Fabio Olivera
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En la mitad de los casos reportados como positivos de COVID-19, en la última quincena del año que acabó, se desconocía dónde se había contagiado la persona o, por los retrasos en las pesquisas, no se había iniciado la investigación del hilo epidemiológico. Cada uno de esos días se sumaban, en promedio, 263 personas que en la estadística figuraban como “sin nexo conocido”. Y eso ilustra, según los científicos, el cambio en el escenario epidemiológico: el virus toma la ventaja.

Este cambio de escenario en la transmisión del virus hace que, según la epidemióloga Jacqueline Ponzo, “no haya otra alternativa que la restricción de la movilidad”. ¿Por qué? Según la especialista, “mientras se puede seguir el hilo epidemiológico y la tasa de positividad es baja, la epidemia se maneja como brotes: se testea, se rastrea y se aísla al positivo y los contactos. Pero cuando se pierde ese hilo, como sucede desde hace unas semanas, hay que cortar al máximo el contacto interpersonal porque cada interacción es una oportunidad de transmisión”.

El infectólogo Álvaro Galiana, quien había sido contrario a la cuarentena en otros momentos, dice hoy que en el escenario actual “no quedan muchas opciones”.

Uruguay tuvo desde el 22 de diciembre una reducción de la movilidad. Según las estadísticas de Google, en base a la georreferenciación, la ida y vuelta a los lugares de trabajo fue en los últimos días del año 28% inferior a la registrada en febrero de 2020 cuando el Covid no acechaba el país.

La actual reducción de la movilidad podría estar influida por algunas medidas como la imposición del teletrabajo, el cierre de fronteras o el tope de horario de los bares. Pero según el matemático Marcelo Fiori, integrante del equipo de “análisis de la movilidad” en el grupo de científicos que asesora al gobierno, “es posible que buena parte de esta caída se deba al cambio de dinámica natural de fin de año y período de licencias”. Y como ejemplo cita que en abril, cuando se dio un confinamiento voluntario, la reducción de movilidad laboral se situaba entre 40 y 50%.

Es por eso que algunos científicos empiezan a poner en debate las medidas de encierro (lockdown), con el aditivo de que en Uruguay el concepto se ha politizado. Algunos integrantes del Frente Amplio sugirieron la cuarentena obligatoria en marzo y el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, acuñó el término “libertad responsable”, que luego derivó en “convivencia solidaria”. Lacalle sigue sosteniendo que no es partidario del confinamiento generalizado.

El doctor en Ciencias Biológicas Álvaro Cabana está acabando un informe para el Grupo Uruguayo Interdisciplinario de Análisis de Datos de COVID-19. Allí plantea que “cuando se supera cierto pico, la única manera de frenar los contagios es con una restricción de movilidad”.

Fue lo que hizo China en la primera ola, con la diferencia de que su régimen autoritario le “ayudaba” a mantener el control sobre la población. Y fue lo que “los países europeos con buenos sistemas de testeo, con poca población y que habían controlado por mucho tiempo al Covid, como lo hizo Uruguay, tuvieron que hacer en la segunda ola”, dice Cabana. Sucedió en Suiza, Noruega, Austria, Estonia y Grecia.

Sin embargo, la mayoría de países europeos han entendido que el encierro en las casas (como se pensaba a comienzos de la pandemia) tiene más contras que beneficios (en especial por la salud mental, física y el impacto económico).

Entre las medidas que han tomado para restringir la circulación, están: topes de horarios en comercios, cierre de negocios no esenciales, toque de queda nocturno (con el objetivo de reducir las reuniones fuera del horario laboral), un máximo de 10 personas reunidas o límite de movilidad en determinados kilómetros a la redonda.

Para que cualquiera de estas medidas sea efectiva, explica Cabana, “la población tiene que comprometerse con ellas”. El límite de personas por reunión, en este sentido, es un ejemplo: “para un país como Uruguay sería imposible fiscalizar el cumplimiento”, porque supondría un despliegue de policías o fiscalizadores sanitarios con los que Uruguay no cuenta.

En Alemania han dividido al país según zonas de riesgo y supeditado el cierre de actividades a las características del lugar. En versión uruguaya, podría implicar cierre de freeshops en una ciudad fronteriza.

Otras medidas restrictivas tienen el desafío de dónde se pone el límite: ¿cómo se le explica a un pequeño comerciante que su negocio no es esencial? ¿Y una actividad deportiva para quien está en una recuperación cardíaca?

El COVID-19 en la economía.

“El Covid en la economía influye desde la demanda por determinados servicios en los que los consumidores encuentran sustitutos fáciles: no come afuera si lo pude hacer en la casa, ve la película en Netflix en vez de ir al cine, pospone compras en zapatos o no se va de paseo a un hotel”, explica Edgardo Favaro, asesor de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto. Y como los “servicios son intensivos en empleo, afecta el trabajo”.

El economista Alfonso Capurro, de la consultora CPA, advierte que “el impacto no es igual para todos los sectores: los más golpeados son restaurantes, hotelería, turismo, entretenimiento y algunos servicios como la enseñanza.

El desempleo y la coyuntura económica son, según la opinión de los uruguayos, los principales problemas del país. Incluso superan a la inseguridad y el estado sanitario. Así lo señalan las últimas mediciones. ¿Por qué es relevante ese dato? Porque una medida impopular, como un cierre en la actividad económica, podría tener un alto costo político. Fue lo que sucedió en Argentina: la imagen de su presidente mejoró al comienzo de la cuarentena, pero cayó cuando ese confinamiento se extendió en el tiempo y colapsaron los hospitales.

El sistema de salud.

La saturación del sistema sanitario, más allá del costo en vidas, también podría suponer una inversión económica: en camas, respiradores y más personal. Pero, como contracara, un lockdown retrasaría aún más la atención de las patologías crónicas que no son Covid o traería una mayor afectación en la ya dañada salud mental.

Según las cifras publicadas por la Oficina de Estadísticas de Reino Unido, tras el primer confinamiento el número de personas afectadas por la depresión aumentó de una de cada 10 a una de cada cinco en comparación con el mismo período del año pasado.

En Uruguay, el Área de Salud Mental de ASSE lo notó en las llamadas a la línea de atención: la mayoría fueron por síntomas de depresión, ansiedad, soledad o aburrimiento.

Cualquiera de estos impactos, coinciden los científicos, dependerá a su vez de la extensión temporal: a más tiempo, mayor posibilidad de cierre de empresas. A mayor tiempo, más desgaste emocional. En ese sentido, Cabana consideró que “la clave está en una evaluación a corto plazo con metas concretas a alcanzar”.

¿Por ejemplo? “Fijar que el 1° de marzo todos los niños vayan a las clases presenciales. Para eso se necesita un escenario de mayor seguridad epidemiológica. Y eso se podría dar, por ejemplo, haciendo que el promedio de casos nuevos por día, en la última semana, fuera inferior a cinco cada 100.000 habitantes” (zona amarilla tirando a verde en la escala de la Universidad de Harvard).

Por último, concluye Cabana en su informe, “los países que tuvieron más éxito han tomado medidas diferenciales por zona: no es lo mismo Rivera que Treinta y Tres”.

La decisión

En junio, un equipo del Imperial College de Londres publicó una investigación que sugería que las medidas de confinamiento habían evitado aproximadamente 3,2 millones de muertes relacionadas con Covid en Europa, incluidas 470.000 en el Reino Unido. Pero esa ventaja tiene el contrapeso de pérdidas económicas, de libertades y salud mental. Hay ejemplos extremos: de éxito, Australia (tras el encierro reporta menos de 10 casos por día). El contrario, Argentina.

En tanto, sectores que operan a cielo abierto han podido continuar. En el agro los procesos biológicos siguen; algunas industrias pueden o deben seguir operando porque no pueden interrumpir operaciones; la construcción ha logrado en general mantener operaciones (con ayuda de protocolos estrictos). Y algunos rubros, como las telecomunicaciones, hasta mejoran”.

Si se mira la economía como un todo, Capurro dice que la caída de la actividad económica en el segundo trimestre de 2020 es un antecedente equiparable a una cuarentena generalizada. Fue del 12%.

FUENTE: EL PAIS 

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