Crimen de los marinos: desertor mató enojado por la baja, dice perfil psicológico

Su perfil psicológico, lo revela como una persona con trastornos mentales. Alguien furibundo con la Marina por haberlo dado de baja en marzo de este año.

Nacionales - Sociedad 10 de junio de 2020 Victor Camargo Victor Camargo
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Una huella dactilar en el picaporte de una puerta y los championes manchados de sangre lo delataron. Ni siquiera pudo alegar que la huella estaba en el puesto de la Armada en el Cerro desde cuando cumplía guardias en el lugar

El desertor, que ejecutó a sangre fría a tres infantes de marina en la madrugada del 31 de mayo pasado, no sabe que todas las semanas se higieniza el puesto para evitar el COVID-19. Su perfil psicológico, según supo El País, lo revela como una persona con trastornos mentales. Alguien furibundo con la Marina por haberlo dado de baja en marzo de este año luego que desertó de la fuerza.

El informe sostiene que esa situación lo transformó en una persona antimilitar, capaz de ejecutar a sus excompañeros sin piedad y luego llevarse las pistolas Glock para venderlas en el mercado negro.

Las pericias agregan que el desertor es un fanático de esa arma; tiene fotos con la Glock desarmada y armada, conoce su candencia de fuego y posee diplomas de tiro.

Adicto a las drogas, su brutal crimen tuvo un doble objetivo: vengarse de la baja sufrida y hacerse de un dinero con la venta de las tres armas y cargadores que poseían sus víctimas.

Logró “colocar” dos pistolas Glock a menos de la mitad del precio del mercado formal; recibió $ 50.000 por dos armas.

Las dos Glock fueron encontradas en el Cerro en la noche del jueves 4 por el coordinador de la investigación del crimen, comisario mayor Antonio da Silva. El jerarca policial recibió una llamada anónima que le señaló que ambas pistolas, con el logo “Armada Nacional” en la corredera del caño de retroceso, estaban dentro de una bolsa en Patagonia y Burdeos.

Da Silvia informó a sus superiores y estos dieron cuenta del hallazgo al ministro del Interior, Jorge Larrañaga.

Pese a que ya eran las 21:30 horas del jueves 4, Larrañaga ordenó a peritos de la Policía Científica que concurrieran a la unidad para periciar ambas pistolas. La investigación concluyó que una de las armas pertenecía al infante de marina que dormía en una pieza cuando ocurrió el incidente. Es que los militares hacían guardia de a dos mientras uno de ellos descansaba. Sus turnos eran rotativos y duraban 48 horas.

Pese a su experticia con las pistolas Glock, el matador no era un buen militar. Ingresó a la Marina en 2014. Su legajo está cargado de sanciones por mala conducta y llegadas tarde, entre otras acciones anómalas.

Una ejecución.

La fiscal de Homicidios, Mirta Morales, relató al programa No Toquen Nada de FM DelSol que la investigación de los tres homicidios fluyó porque hubo un trabajo coordinado de muchos órganos del Estado y que se contó con el factor suerte.

Según Morales, el triple homicidio fue “una ejecución”.

Hubo detalles que, a su juicio, mostraron que el matador había ingresado al puesto de guardia sin violencia, porque no había forzamiento de puertas o ventanas ni signos de lucha. Las víctimas, agregó, eran personas jóvenes, entrenadas y que custodiaban un lugar.

Morales señaló que en el puesto no se guardaban documentos importantes ni armamentos. “No es un lugar valioso. Es una zona preciosa de Montevideo. Hay una antena que se custodia. Los asentamientos crecieron en la zona”, explicó.

En un principio, la Fiscalía y la Dirección de Hechos Complejos no descartaron ninguna hipótesis: un atentado político, una acción narco, un problema interno en la Marina y robo de las tres pistolas Glock. Con el pasar del tiempo y nuevas evidencias, algunas hipótesis se fueron desechando, dijo.

La fiscal Morales supuso que el desertor pidió a sus excompañeros para ingresar al puesto para descansar. “Era una noche muy fría”, explicó.

Luego, expresó, se fue a descansar a la pieza del fondo donde dormía uno de los infantes de Marina. “Le saca el arma y ejecuta a los dos marinos que estaban adelante. Presumimos que estaban tranquilos. Luego mató al otro marino que, suponemos por lo que dice el forense, que intentó defenderse”, dijo la fiscal.

Con el dinero generado por las ventas de las armas, el asesino se cortó el pelo, adquirió un celular, compró asado y drogas. Compartió con una pareja que le alquilaba una habitación en una humilde casa del Cerro.

Fuente : El País